martes

-Yo no necesito beber para pasármelo bien-. -Yo no necesito pasármelo bien para beber-.

El orgullo. La fuerza de voluntad por y para uno mismo. La ira como pasión. Todo ello, inherente al ser humano. Elementos vitales para la supervivencia (¿Y qué es más importante que es?), por eso veo  la falta o pérdida de alguno de ellos algo casi trágico (No un drama, pero algo a tener en cuenta).
Ahora, la ausencia de motivación está haciendo mella, aislándome para colocarme a merced de  la locura. Fruto del estrés, del "no es suficiente", "no te creía capaz" y el tan bombeante "esperaba más de ti". Este maremagnum se desencadena en comidas compulsivas, presencia del blanco en el torbellino color miel de encina, la ausencia de carne y uñas en mis dedos. Además, la desconfianza y el odio amenaza con desbordarse caldeando el vaso de agua que me abrasa. Sin embargo, esta desazón carbonizada continua viendo eso como una salida, el ahogarse en el asco.
Luego está la soledad. Bendita sea. Cada vez me desquicia más la gente. La compañía me abruma (y no en el buen sentido). Sólo me acucia la necesidad de personas concretas, e incluso de ellas necesito un descanso. Al desconectar, mi pensamiento se resguarda en un minimundo de ideas propias y sentimientos en modo mina anti-persona (nunca mejor dicho) que no soporta el peso de una pluma más.
La soledad me encierra en mis 4 paredes de mis muros de libros, mis reservas de realidad virtual, mis provisiones de fantasía y mi foso de indiferencia; preparado para un acercamiento al que se recibiría al visitante con una munición de odio furioso y descarnado.
Muy felices me las prometo si mi único movimiento es de mi cama al sofá. Mi ira y mi violencia se quedan en mi imaginación, y mi mayor motivación es la huida de esta tóxica ciudad y gente envenenada (y eso que, para viperina y tóxica, yo). Pero el tiempo dirá.
Be gentle, Karma-sempai.