lunes

Página 32.

Así vino ella a mí. Con la mirada baja, la cabeza gacha, la blusa abotonada hasta el cuello y la falda por los tobillos. Vestida en inocencia y pureza. Callada y paciente. Según los demás, nada interesante ni llamativo. Nunca he buscado ese tipo de mujer, sin embargo, fue otra cosa la que me atrapó: Sus ojos. En los que mostraba esa fiereza que recordaba. Esa fuerza. El ansia de saber que pretendía esconder detrás de cada parpadeo. Tan insolente. Indómita. Me provocaba con su falsa pulcritud, a pesar de que ambos eramos conscientes de su interior salvaje.
Seguí la magia que obraban sus zapatos al andar hasta el lugar donde las apariencias desaparecen. El final de su taconeo contra el asfalto inició mi pérdida de cordura y prendió mi incendio. Me arrinconó, me presionó, me llevó al límite de la locura una y otra vez. Disfrutó de mis reacciones, se burló de mi sufrimiento. Despiadada, voraz y ardiente. Perfecta en cada una de sus esquinas. El caos.
Tras la vorágine a la que ella me sumía cada vez que nos encontrábamos, el mundo real reapareció con el viento y el final de su espalda en el horizonte, con su disfraz restaurado: La cabeza gacha, la blusa abotonada hasta el cuello y la falda por los tobillos. Vestida de inocencia y pureza. Callada y paciente. Según los demás, nada interesante ni llamativo. Así había venido ella a mí en el pasado, el presente, y vendría en el futuro. Como una loba con piel de cordero. Como una diosa entre bambalinas.

sábado

En Faery

Yo sueño. Sueño con lo que leo. Como la mayoría de lo que leo es, lo denominado comunmente como "fantasía"; sueño con mundos imposibles, realidades paralelas donde todo vale, y allí soy feliz. Hay miles de historias que moran en mi cabeza (algunas que acabo de descubrir con modificaciones pequeñas, otras combinaciones de historias conocidas e, incluso, personales) que ruego cada minuto que, de repente, me lleven a esos lugares en que las palabras verdadbien y mal no formen significados absolutos, sino conceptos relativos. Ser miles de personajes y seres, aunarme con ellos, y a la vez ninguno. Esta idea me acosa desde hace mucho tiempo, incluso a la edad en que debería romper mis ilusiones en cachitos y ceñirme a lo que veo y toco. Sin embargo, sigue en mí esa fe infantil que baila con la cordura y lo racional. Que llegaré a ser la salvadora del mundo, que seré capaz de desentrañar los secretos de la existencia, o que mi bestia interior conseguirá que su forma final sea exterior. Con toda esta proclama no quiere decir que odie mi realidad, pero siento que me falta ese punto, la magia que mande mi racionalidad a tomar por culo y abrace esa locura para pasar a una nueva etapa en la que (creo, lo que más deseo) pueda ser libre y no tenga que reprimirme más.
Tengo tantas aspiraciones, tantos objetivos que cumplir, que no veo posible cumplirlos en esta vida. Necesito creer algo más que todo lo que veo es lo que hay (Cuidado, no hablo del tema religioso, que me parece la mayor estafa de la humanidad). Me niego a quedarme con esta existencia en la que tendría que rodearme de frivolidad, en que lo que más importa es el dinero en el banco, que el poder te lo dé la información con la que manipular, que tener una red de mentiras esté a la orden del día, que la opresión sea el arma favorita, que haya alguien que tenga que estar por encima de un grupo, que la igualdad y la libertad sean inviables y que tus sentimientos hayan de ser sepultados por el control de uno mismo por miedo a una traición. Creer en la fantasía es lo que, irónicamente, me mantiene cuerda. Permaneceré en la cuerda floja con la cordura hasta que vengan a recogerme mis sueños.

La fortaleza restablece, el miedo mata.

La incertidumbre, ese gran elemento disuasorio. Casi más que un gran poder represivo. La duda en el momento crucial es lo que garantiza el éxito u el fracaso en cualquier operación.. Tu vida depende de ese fino hilo. Sí y no. El paso adelante o mantener la posición. Al otro lado, podría estar el mayor de tus anhelos o la más horrible pesadilla. En algunas ocasiones, el horizonte se dibuja claro como un día soleado; por lo que la duda es menor y la posibilidad de avanzar parece un camino de rosas. Pero, la mayoría de las veces, el futuro es más incierto que unos dados sin cargar. Todo puede salir maravillosamente bien o terriblemente mal, según el caprichoso y aleatorio destino. El miedo al cambio es el terror más común de la acción. Nos forma para ser esclavos de la rutina, nos hace débiles.
Aunque lleves años preparándote para ese momento en el que todos tus esquemas, tu mundo, dé un giro de 180 grados jugados en una sola carta. Probablemente llevará a una continuación incierta, o al final. Eres tú el único que puede dar "la vuelta a la tortilla". En ese segundo, el verdadero poder (la libertad) es puramente tuyo. La transformación de la realidad reside en tus manos. Eres el moldeador de tu visión, de tu pequeña vida. La pregunta es: ¿Te atreves?

Crónica de un "viaje"

A pesar de la tardanza, por fin he conseguido sacar un huequito de este tiempo que creo tan ajetreado (aunque, para que engañarnos, realmente no es así) para relataros mi experiencia con aquel "viaje". Espero recordar, si no todo, la gran mayoría de lo que quería contar, aunque "refrescar" mi memoria no me importaría en absoluto.
Creo que nunca podré definir con exactitud el maremagnum de sensaciones que pude experimentar. Cada milésima de segundo lo concebía como algo tan bello e importante que era consciente hasta de como se marchaba. Sin embargo, no le mostraba mucho luto, ya que el presente me ahogaba con toda su plenitud. El escenario presentado ante mí era tan asfixiante como su hermosura, con la que no pude evitar lagrimear. Sólo encontré símil con la belleza que se puede observar en un cuadro del más exquisito de los pintores, o en la propia imaginación. Era un paisaje idílico de un momento pasado. La naturaleza quería transmitirme toda su historia, su sabiduría eterna; y yo debía escucharla.
Además, las sensaciones, los sentidos,... Estaban en su máximo esplendor. Era tanta la información nueva que me proporcionaba el exterior que creí que iba a estallar. El movimiento era lo que más me desconcertaba. Notaba el peso del mundo a mi alrededor. Creía que requería una fuerza titánica el simple hecho de mover los dedos de la mano, y, a su vez, me fascinaba.
Todo ello me hizo sentir como una verdadera privilegiada. Me creía la amante del universo, la confidente de los dioses. Única. Invencible. Era la eterna entendida de la inexorable historia de lo conocido y por conocer. Fui inmortal. Verdadera y absolutamente inmortal. El comienzo y fin. Una criatura mitológica que vaga por el tiempo y el espacio a su antojo. La más sagrada impresión de la anarquía. Toqué el Olimpo y regresé al mundo de los mortales. Sin más, fui arte.

Boom.

Me estremezco. Que le voy a hacer. Me abruma ese momento en que me coges la cabeza entre tus manos y me besas. Cuando te escapas de mis brazos y vas a hacer cualquier cosa, mientras te persigo con la mirada hambrienta. A veces, parece que lo haces a propósito. Otras, lo envuelves todo de un aura casual y me dan ganas de comerte. Revoloteas, paras y vuelves a alzar el vuelo. Inquieto. Curioso. Fascinante.
Supuestamente, las palabras y el planteamiento de la información debería ser mi elemento, pero sigo siendo una novata y caigo en el texto fácil y la mala escritura. Así que, a pesar de sonar pedante y cursi, me atreveré a plasmar este batiburrillo de ideas a riesgo de perder lectores (a saber si existen) y mi intento de ser un impávido adulto que puebla este planeta. Solo en este caso en concreto, porque sí. Cualquier estímulo es bueno para el vicio de la tinta sobre el papel. Y, la verdad, esta es una gran persuasión.
Nada me tienta más que tus yemas sobre mi piel y tus ojos anhelantes de mis reacciones. Tu sonrisa bajo el sol son los suspiros que los recuerdos me arrancan. Es extraño el momento en que mis acciones cobran repentinamente importancia y calculo cada paso. No quiero dejar nada fuera de control, ni dentro ni fuera, no vaya a ser que me pierda por el camino (A pesar de fallar en la práctica).
Lo que peor llevo es ver cómo se aleja, y el tiempo. Mi pan de cada día es maldecirlo. Mi mantra particular es hacer vudú al calendario, a las horas. Esperando el momento en que mi ser haga boom, y vuelta a empezar.