martes

6

Nieva. Caen del cielo hermosas motas blancas que traen con ellas el frío ... Yo haría cualquier cosa por unirme a ellas. Me gustaría revolotear por las calles hasta posarme en algún lugar; que llegue el solo y me derrita con su calor. Porque no le veo sentido a mi presencia en esta fiesta ... y también llevo hora y media contemplando el exterior por esta ventana. Mi prima hacía rato que se había marchado ha atender al resto de sus invitados, olvidándome en una esquina cercana a la papelera, como un desecho más. Todos ellos pasan, me ignoran y tiran sus desperdicios sin reparar en mí siquiera.
En un momento inesperado, oigo mi nombre. Giro sobre mí misma. Le miro. No le había visto en mi vida. Se acerca y comienza a hablarme. Parecía como si me conociese de toda la vida. Yo no le oigo, sería el volúmen de la música. Le digo que no le oigo. Él sigue con su incesante monólogo. Al rato, coge mi mano y deposita un pequeño paquete en mi mano. Me acerca hacia sí y me susurra dulcemente -" Te esperaré"-. Tras esto, da media vuelta y se marcha por donde ha venido. Me doy cuenta que no quiero separarme de él. Ahí es cuando comencé a seguirle.
Le persigo lo más rápido que me permiten mis tacones, chocándome contra los asistentes a la fiesta, derramando sus bebidas en sus caros trajes de seda confeccionados por los más modernos modistos, que habían comprado con expectación y que se quedarían en un armario con el título de " El vestido que llevé la noche de". Yo había ensuciado su hermosa memoria, pero a pesar de ello seguí corriendo. Él esquiva al resto de invitados con elegancia, como si fuera etéreo, pasando entre ellos como si no ocupara espacio, para mi mundana desgracia. Aun así tenía que encontrarle.
Pasaron lo segundos. Llega a la puerta principal. La abre y se gira. Yo aun estoy peleándome por salir, con los insultos y quejas de la gente a mi espalda. Le miro. Me sonrie. Se adentra en la oscuridad. Yo voy tras él.
La calle está oscura. La calle es oscuridad y copos de nieve. No está. Él ya se había marchado.
Vuelvo a oir mi nombre. Se oyen gritos desde la casa de mi prima, llamándome y pidiendome explicaciones. Yo echo a correr hacia la noche, dando gracias porque su color sea el negro. Paro a descansar frente a una papelera. En mi mano sigue el paquetito que él me ha dado. Recupero el aliento y lo abro. Dentro está uno de mis pendientes, que se me había debido caer en la fiesta. Sonrío. Me lo pongo y tiro el envoltorio. Me apoyo al basurero, me quito los tacones y camino con la nieve congelándome los pies, y riéndome del frío, comienzo a caminar hacia mi casa.
Creo que no volveré a verle, y tampoco creo que le pregunte por él a mi prima, si es que continua hablándome. Lástima. A él irán mis pensamientos esta noche. A su figura blanca y su mirada traviesa azulada.

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