sábado

Crónica de un "viaje"

A pesar de la tardanza, por fin he conseguido sacar un huequito de este tiempo que creo tan ajetreado (aunque, para que engañarnos, realmente no es así) para relataros mi experiencia con aquel "viaje". Espero recordar, si no todo, la gran mayoría de lo que quería contar, aunque "refrescar" mi memoria no me importaría en absoluto.
Creo que nunca podré definir con exactitud el maremagnum de sensaciones que pude experimentar. Cada milésima de segundo lo concebía como algo tan bello e importante que era consciente hasta de como se marchaba. Sin embargo, no le mostraba mucho luto, ya que el presente me ahogaba con toda su plenitud. El escenario presentado ante mí era tan asfixiante como su hermosura, con la que no pude evitar lagrimear. Sólo encontré símil con la belleza que se puede observar en un cuadro del más exquisito de los pintores, o en la propia imaginación. Era un paisaje idílico de un momento pasado. La naturaleza quería transmitirme toda su historia, su sabiduría eterna; y yo debía escucharla.
Además, las sensaciones, los sentidos,... Estaban en su máximo esplendor. Era tanta la información nueva que me proporcionaba el exterior que creí que iba a estallar. El movimiento era lo que más me desconcertaba. Notaba el peso del mundo a mi alrededor. Creía que requería una fuerza titánica el simple hecho de mover los dedos de la mano, y, a su vez, me fascinaba.
Todo ello me hizo sentir como una verdadera privilegiada. Me creía la amante del universo, la confidente de los dioses. Única. Invencible. Era la eterna entendida de la inexorable historia de lo conocido y por conocer. Fui inmortal. Verdadera y absolutamente inmortal. El comienzo y fin. Una criatura mitológica que vaga por el tiempo y el espacio a su antojo. La más sagrada impresión de la anarquía. Toqué el Olimpo y regresé al mundo de los mortales. Sin más, fui arte.

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