sábado

En Faery

Yo sueño. Sueño con lo que leo. Como la mayoría de lo que leo es, lo denominado comunmente como "fantasía"; sueño con mundos imposibles, realidades paralelas donde todo vale, y allí soy feliz. Hay miles de historias que moran en mi cabeza (algunas que acabo de descubrir con modificaciones pequeñas, otras combinaciones de historias conocidas e, incluso, personales) que ruego cada minuto que, de repente, me lleven a esos lugares en que las palabras verdadbien y mal no formen significados absolutos, sino conceptos relativos. Ser miles de personajes y seres, aunarme con ellos, y a la vez ninguno. Esta idea me acosa desde hace mucho tiempo, incluso a la edad en que debería romper mis ilusiones en cachitos y ceñirme a lo que veo y toco. Sin embargo, sigue en mí esa fe infantil que baila con la cordura y lo racional. Que llegaré a ser la salvadora del mundo, que seré capaz de desentrañar los secretos de la existencia, o que mi bestia interior conseguirá que su forma final sea exterior. Con toda esta proclama no quiere decir que odie mi realidad, pero siento que me falta ese punto, la magia que mande mi racionalidad a tomar por culo y abrace esa locura para pasar a una nueva etapa en la que (creo, lo que más deseo) pueda ser libre y no tenga que reprimirme más.
Tengo tantas aspiraciones, tantos objetivos que cumplir, que no veo posible cumplirlos en esta vida. Necesito creer algo más que todo lo que veo es lo que hay (Cuidado, no hablo del tema religioso, que me parece la mayor estafa de la humanidad). Me niego a quedarme con esta existencia en la que tendría que rodearme de frivolidad, en que lo que más importa es el dinero en el banco, que el poder te lo dé la información con la que manipular, que tener una red de mentiras esté a la orden del día, que la opresión sea el arma favorita, que haya alguien que tenga que estar por encima de un grupo, que la igualdad y la libertad sean inviables y que tus sentimientos hayan de ser sepultados por el control de uno mismo por miedo a una traición. Creer en la fantasía es lo que, irónicamente, me mantiene cuerda. Permaneceré en la cuerda floja con la cordura hasta que vengan a recogerme mis sueños.

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